“Sé muy bien el daño que he hecho, y sé también cuánto sufre una persona maltratada. Sinceramente me alegro que se luche para salvarlas de nuestras continuas agresiones. Sé que hacemos muchísimo daño. Pero nosotros también sufrimos, porque perdemos todo lo que amamos. De hecho, ahora tengo 40 años y estoy completamente solo en la vida, después de perder hasta un hijo por mi mal comportamiento. Comportamiento que quiero cambiar , pero llevo más de veinte años en manos de psiquiatras y de psicólogos, y ninguno de ellos me cura eso que dicen que tengo: esquizofrenia, paranoia, psicopatía, doble personalidad, personalidad borderline, mal carácter, maldad, etc. Llevo años pidiendo a esos especialistas que investiguen cómo curar mis celos, ya que me he dado cuenta de que cuando maltrato lo hago por celos, pero más bien se ríen de mi petición. Parece ser que es más fácil decir por la tele que los maltratadores somos malos por genética, que hay que endurecer las penas contra nosotros, agrandar las cárceles, y que nos jodamos. ¡Nos llaman criminales!. Sin embargo, le puedo jurar ante Dios que yo no maltrato porque soy malo, sino porque aparte de que también fui maltratado cuando niño, soy un enfermo de celos, celos que me hacen ver cosas malas donde no las hay. Yo, al igual que todo el mundo, quiero la solución de este problema. Pero yo propongo que vayamos por otro camino. Mucha gente me ha dicho que curar los celos es imposible, pero yo creo que, si Dios es bueno, tiene que haber solución. Sólo que hace falta buscarla. Yo propongo investigar cómo curar los celos a partir de la siguiente teoría sobre la causa de los maltratos, teoría avalada por muchos celosos encuestados a través de Internet: Muchas personas, unas más fuertes que otras, son educadas de la siguiente manera: Primero, hacer las cosas bien no es motivo de premio, sino que es una obligación.
Segundo, hacer las cosas mal es motivo de castigo.
Poniendo un ejemplo casi siempre nos echan la bronca si llegamos a casa más tarde de la hora fijada por nuestros padres, pero nunca nos aplauden si llegamos media hora antes. Poniendo otro ejemplo, a menudo nos riñen si hacemos algo mal en el trabajo, pero no nos dan las gracias si lo hacemos bien. Por lo malo están encima de nosotros rápidamente para regañarnos, para tirarnos a la cara que hemos hecho mal, para decirnos que no valemos, que somos malos..., pero por lo bueno, por hacer las cosas bien, casi ni caso nos hacen, porque se cree que es nuestro deber. Esto produce dos sentimientos, imposibles de dominar o controlar, en todo niño (o niña) que reciba esta educación: uno, ya que el esfuerzo que él realiza por hacer las cosas bien no es premiado (ni siquiera con una simple palmada en la espalda), sentirá su autoestima baja y creerá que no vale (celos); y dos, ya que a él le castigan por todo lo que, aparentemente hace mal, se irá llenando de rabia y de odio (igual que toda persona maltratada), y aceptará como algo natural que todo lo malo se castiga (enfados). Día a día, y ejemplo tras ejemplo, estos sentimientos se graban para siempre en la mente del niño, y cuando llega a adulto, por sentir celos piensa, y se lo cree ( ya que su misma cabeza se lo dice), que tiene poco o nada por lo que quererse o por lo que decirse “yo valgo”, y que nadie lo quiere porque tiene defectos o porque no sirve ( de ahí la típica desconfianza del celoso hacia su pareja, cuando piensa que ella prefiere a otro, ya que para él, ese otro es mejor que él). No se gusta y tiene inseguridad en sí mismo, por lo que acabará haciéndose adicto al trabajo, al deporte, al juego, a la comida, al sexo o a la droga, ya que esas adicciones le sirven para estar mejor consigo mismo, para verse mejor, para sentir que vale para algo o para animarse a vivir. Por ejemplo, se sabe que, en muchos casos de maltrato, existe el alcoholismo. Partiendo de nuestra teoría, el alcohólico es un celoso que bebe para animarse, ya que él siente que no vale para nada (todos sabemos que dos copas alegran). Y como su sentimiento de no valer jamás se le va de su vida, seguirá bebiendo y bebiendo..., siempre para animarse a vivir. Y como en la niñez se enfadaban contra él cada vez que hacía algo mal, o no hacía algo bien, él también sentirá necesidad (inconsciente, sin darse cuenta) de castigar lo malo, y se enfadará espontáneamente cada vez que alguien haga algo mal (o que su cabeza crea que está mal, como por ejemplo que su pareja prefiera a otro, o que la comida que ella hizo esté muy caliente, o que ella no quiera hacer el amor tal o cual noche). Entonces pondrá mala cara, dará una mala mirada, responderá de forma grosera, reprochará, criticará, despreciará, insultará, pegará o asesinará.. ( la forma de enfadarse depende de cómo y cuánto le castigaron de niño). En este punto se debe añadir que siempre sale un maltratador de una casa donde sí hubieron malos tratos, ya que, aunque muchos padres varones no han maltratado, nunca se nos ocurre preguntar a los maltratadores si fueron castigados por su madre u otro familiar, ni relacionarlo. Por pensar que los celos son cosa del amor, el celoso jamás reconoce que está enfermo de la mente, puesto él cree que si siente celos es porque ama y porque tiene motivos (no se da cuenta de que siente celos porque no se quiere a si mismo); y por pensar que enfadarse es algo normal, ya que si no, nos toman el pelo, casi nadie reconoce que es maltratador porque todos, lo único que hacen, es enfadarse si ven algo mal. Sin embargo, enfadarse contra alguien es maltratar. ¿Por qué el maltratador no puede controlar su agresividad?. Porque no conoce al verdadero culpable de su odio, es decir, ¿Qué siente una persona maltratada por su maltratador? Rabia, odio etc. Pues así sentía el maltratador cuando era maltratado en su niñez. Y así vuelve a sentir cada ciertos días mientras duerme, puesto que , en el sueño-y por alguna razón que desconocemos-, la mente le vuelve a traer esos malos recuerdos infantiles. Por eso, nada más despertar, el maltratador sentirá haber sido castigado otra vez, pero como no sabe quién es el culpable, porque no relaciona el sueño con su estado de ánimo, hará responsable de su rabia a lo que tiene delante, a lo primero que ve con sus ojos, generalmente su pareja; pero aunque su pareja le pida perdón por lo que, supuestamente, acaba de hacer mal, no puede controlar su ira porque el verdadero culpable de su odio no le ha pedido perdón (la persona o personas que lo maltrataron de niño, y que lo vuelven a maltratar durante el sueño). Por eso, casi siempre, después de castigar, se arrepiente y se disculpa, porque en realidad no sabe por qué sintió ese ataque de rabia. Y nunca lo sabrá. Por eso los maltratos duran toda la vida. En resumen, los celos y los enfados son los causantes de los malos tratos porque, primero, los celos hacen que el maltratador vea y sienta cosas malas donde no las hay, como por ejemplo que todos vayan contra él, y segundo, por haber sido castigado cundo niño por hacer algo mal, él castigará automáticamente esas supuestas cosas malas que los celos le hacen ver, y lo hará enfadado, sacando esa rabia que acumuló en su niñez cada vez que era castigado. Para concluir esta carta, les ruego que esta teoría sobre la causa de los malos tratos sea enseñada o leída a las mujeres maltratadas que conozcan, más que nada para que ellas confirmen (o no) que sus parejas actuaban así. Recuerden que yo también lucho por la solución de los malos tratos. Gracias por su atención, y no duden que estoy a su entera disposición. Ernesto Pérez. Asociación Lucha Contra los Celos. |